
Un estudio publicado recientemente en Toxicología y Química Ambiental descubrió que las ranas grillo de Blanchard son muy sensibles a la atrazina. Cuando se expuso, hubo hasta un 55 % menos de hombres que de mujeres en comparación con el grupo de control, lo que indica que la atrazina puede afectar la proporción de sexos. Sin embargo, las poblaciones de ranas grillo persisten en áreas con aplicación generalizada de atrazina, a pesar de los informes de contracciones del área de distribución por razones enigmáticas.
La controversia ha rodeado durante mucho tiempo a la atrazina y los efectos que tiene su aplicación en los anfibios en la naturaleza, particularmente dado que los anfibios se enfrentan a una rápida disminución de la población mundial. La atrazina es el segundo herbicida más utilizado en los Estados Unidos y la evidencia sugiere que cuando los anfibios se exponen a ella, el desarrollo gonadal puede verse alterado, los machos pueden desarrollar óvulos testiculares o pueden cambiar de sexo por completo. También se ha relacionado con la alteración de la proporción de sexos, que es un parámetro crítico que afecta las trayectorias ecológicas y evolutivas de las poblaciones.
Las ranas grillo de Blanchard fueron seleccionadas para este estudio porque su hábitat se superpone al cinturón de maíz del Medio Oeste, donde el uso de atrazina es intenso. La atrazina ingresa a las aguas superficiales y subterráneas a través de la deriva del rocío, la escorrentía o la deposición atmosférica (lluvia, niebla o nieve). Tyler Hoskins y Michelle Boone de la Universidad de Miami encontraron que la proporción de sexos estaba sesgada por los machos cuando las ranas no estaban expuestas a la atrazina, pero significativamente más feminizadas tras la exposición, lo que sugiere que estas ranas son las especies más sensibles para las que hay datos disponibles. Sin embargo, el estudio de Hoskins y Boone no encontró evidencia de anomalías gonadales, como óvulos testiculares.
Este estudio se suma a un corpus de trabajo que ha demostrado que las sustancias químicas disruptoras endocrinas, como la atrazina, han alterado la proporción de sexos. Los autores ahora ven la necesidad de «traducir estos impactos a sus consecuencias ecológicas, evolutivas y a nivel de población de manera que, en última instancia, puedan generar predicciones sobre los riesgos que enfrentan las especies no probadas».